Os presentamos a Rocío, trabajadora social y técnico de respiro familiar en ASION
Hoy queremos que conozcáis a Rocío, que se ocupa del área de respiro familiar en ASION dentro de nuestro equipo de Trabajo Social. Ella nos cuenta por qué decidió dedicarse a esta profesión, y su experiencia dentro de ASION:
Desde el inicio siempre tuve claro que quería dedicarme a algo en lo que pudiese ayudar a los demás. La enfermería siempre me había llamado la atención, pero no sabía si finalmente sería lo mío. Así que primero quise probar como auxiliar. No diré que fuese algo que no me gustara, para nada, pero fue en ese momento, cuando me encontraba realizando mis prácticas con personas con Daño Cerebral Adquirido, cuando apareció en mi vida mi primera persona de luz. Tuve la oportunidad de conocer a una persona con la que trabajé en deporte adaptado y que luego se convertiría en mi amigo. Siempre recordaré cuando me decía: “Rocío, tenemos el deber de compartir con todas las personas nuestros conocimientos pues el saber tiene que ser compartido”. Él fue quien me animó a conocer a Puri, la trabajadora social del centro (CEADAC). Anteriormente, no conocía las funciones que se desempeñan y en qué consistía el trabajo social. Sin embargo, debe ser de la forma tan bonita en la que me habló sobre lo que ella hacía, que inmediatamente me enamoré. ¡Sí, me enamoré¡ y desde ese preciso instante ya no quise ser otra cosa que trabajadora social.
Poco a poco fui subiendo pequeños escalones. Hice integración social y estuve con niños con necesidades educativas específicas en un colegio. Quizás de aquí vienen los tiros por los que luego quise trabajar con menores. Seguí escalando y conseguí matricularme en la Facultad de Trabajo Social. Allí estaba, ¡por fin había llegado! Fue allí cuando estuve totalmente rodeada de seres de luz. Iban por todos los pasillos, subían y bajaban las escaleras, reían, hablaban, incluso explicaban temario en clase. Nadie me había explicado nunca que tendría que llevar una especie de `gafas de sol´ por la facultad. Lo que sí es cierto, es que esas aulas estaban llenas de luz y las personas que allí estaban, pintaban de colores todo lo que tocaban a su paso. De allí me llevo grandes amigos y muchas enseñanzas. Y cuando estaba en tercer año de carrera, volví a encontrarme con otra gran persona, pues siempre nos decía: “Bebed de vuestro propio pozo, para saciaros la sed, para que desde vuestras propias aguas, generéis un manantial”. Él nos ayudó a reflexionar sobre todo aquello que nos rodeaba, a ser críticos, a formar un modelo antropológico propio y a saciarnos de nuestra experiencia. Fíjate si nos hacía reflexionar, que sus clases se quedaban cortas y esas reflexiones bombeaban en tu cabeza a lo largo de los días. Y es que hay momentos que la vida te regala esos maravillosos seres de luz. Parece que pasan inadvertidos, sin que apenas te des cuenta. Sin embargo, dejan una huella imborrable en el alma. Esas frases que utilizaron contigo replican en tu cabeza, como si hubiesen esparcido una capa mágica que penetra en tu pensamiento. Te enseña a hacer y guían tus pasos.
Esos mismos pasos me llevaron hasta ASION. Cuando entré allí por primera vez me encontraba realizando mis prácticas, tan pequeña al lado de unos profesionales gigantes, sí, gigantes. Quizás ellos no lo sepan, pero desde esa zona externa pude percibir cada detalle, cada palabra hacia las familias con las que trabajaban, cada buen saber hacer, cada intervención, cada mano amiga. Desde aquí quiero darles las gracias por haberme apoyado tanto, por haberme permitido aprender de ellos, por hacerme ver perspectivas que ni me había planteado, por cada risa y momento compartido y por acompañarme en mi camino.
Tras mis prácticas, me quedé, algo se incrustó tan dentro de mí que no pude salir. Desde entonces pasé a llevar a cabo el programa de respiro familiar, ¡qué importante y qué necesario! En muchas ocasiones, ante la noticia de la enfermedad de tu hijo, algo que arrastra todo como un tsunami, las familias se centran tanto en ellos, que se olvidan de ellas mismas. Se olvidan de su propio cuidado, de su descanso, de su tiempo para realizar todas esas actividades que les gustan. Y no olvidemos que muchos tratamientos son prolongados en el tiempo y producen mucho desgaste, tanto en el paciente como en la familia que está con él. Por ello, es fundamental contar con esa presencia profesional para permitir ese espacio de calma, de descanso, de disfrute. Desde aquí me gustaría decir una vez más, como muchas familias ya me han oído decirles en el hospital, que aprovechen esos momentos para disfrutar de las cosas que les gustan, que se permitan realizar hobbies, que se permitan trasladarse mentalmente a otro sitio, que aprovechen ese tiempo para pasear y estar con familiares y amigos. Parece algo obvio ¿verdad? Pero ¡qué importante es!
Ante la noticia de que tu hijo tiene cáncer, todas aquellas tareas que veníamos realizando se revuelven. El trabajo, los colegios de los hijos, el cuidado de familiares…todo ello cambia, incluso tu hogar. De repente comienzas a vivir en un hospital, a centrarte en tratamientos, en pruebas y resultados. Nos centramos tanto en el paciente y sus hermanos, que incluso la pareja queda relegada a un segundo plano, con la que te ves cinco minutos para explicarle qué ha pasado a lo largo del día e ir a casa a seguir realizando cosas. Esa forma automática de funcionar necesita de un paro, de un momento, de un respiro.
Muchas otras familias, tienen que trasladarse desde sus Comunidades Autónomas a recibir tratamiento a Madrid, sin contar con apoyo familiar, sin contar con alguien que les haga el relevo en el cuidado de sus hijos, aunque sea por unas horas. Muchas otras familias debido a sus situaciones particulares, tampoco cuentan con esta ayuda. Por ello, es esencial que cuenten con esa figura de apoyo, alguien especializado con el que dejar de forma segura a sus hijos.
¿Y qué voy a decir de ellos? Esos pequeños valientes que son tan grandes a la vez. Soy una afortunada, lo sé, ¿sabéis por qué? Porque tengo la suerte de compartir momentos, de verles sonreír, ver como sus ojos se llenan de luz cuando vas a estar con ellos, de que te reciban con una amplia sonrisa con sus juguetes, de cada abrazo que te dan, de permitirte acompañarles en momentos de dolor y que no suelten tu mano. También por poder hablar con los adolescentes, que te cuentan sus inquietudes, sus relaciones en el instituto, sus percepciones de la vida e incluso algún que otro secretillo. Estoy totalmente convencida de que ellos me han enseñado mucho más a mí de lo que yo podría enseñarles a ellos. Me han enseñado a no rendirme, a luchar siempre por lo que quiero, a relativizar los problemas y los dramas, me han enseñado la fuerza y las ganas de vivir, lo maravilloso de la inocencia y cómo son ellos los que, en muchas ocasiones, animan y ayudan a sus padres.
Desde aquí me gustaría dar las gracias a todos esos abuelos, hermanos, primos, amigos… por cuidar de ellos, por facilitar un descanso a los padres, por sostenerlos en los momentos más duros, por cuidar de sus hermanos, por acompañarles en el camino. Y gracias a todas esas familias que me han permitido escucharles, acompañarles y que han confiado en mí, por haberme permitido estar un momento con ellos y con lo más bonito que tienen, sus hijos. Gracias de verdad.
En el Día del Trabajo Social me gustaría visibilizar esta maravillosa profesión. Creemos que de por sí está instaurada, pero aún a día de hoy, es necesario incidir en la importancia de la profesionalización de la ayuda porque cada relación y cada intervención que se realiza necesita ser tratada con sumo respeto, comprendiendo las singularidad de las personas con las que trabajamos, comprender en qué momento de su vida están, contando con unos modelos de intervención como base y la experiencia adquirida. Las diferentes formas de ayuda han estado presentes a lo largo de la historia, y precisamente en todo ese tiempo, son muchas las personas que han aportado diferentes teorías y modelos a la disciplina, enriqueciéndola para ser generadora de un cambio en toda la sociedad. El trabajo social es mucho más que la gestión de recursos y la parte administrativa, de la cual tampoco renegamos pues forma parte de dar respuesta a las necesidades que se plantean. Pero también es una profesión que acompaña a las personas en sus diversas situaciones, genera cambio y desarrollo social, conciencia a la sociedad persiguiendo la justicia social y los derechos humanos, contempla a las personas como seres autónomos que con sus decisiones pueden lograr un propio bienestar social. Es este día quiero felicitar a todos mis compañeros, porque gracias a sus actuaciones tenemos un mundo mejor.
Hablo con entusiasmo porque siento pasión por mi quehacer. Si tuviese que elegir de nuevo una carrera, sin duda, elegiría la misma porque creo que vine a este mundo para ser trabajadora social. Cuando luchas tanto por conseguir algo que se vuelve tangible en tus manos, en tus objetivos, en tu día a día, vuelves la vista atrás y descubres que tus pequeños sueños paso a paso se van cumpliendo. Y aunque este es un largo recorrido en el que siempre hay algo más por aprender, por conseguir, por dar y recibir, cada uno de esos pasos cuenta.
El trabajo social no sólo me ha enseñado cómo es una profesión o una disciplina. Me ha enseñado a mirar con otros ojos, a replantear las verdades que en el trasfondo tienen otras razones ocultas, a cuestionar lo que otros venden, a plantear cómo me gustaría ver el mundo y qué puedo hacer yo en él por mejorarlo. Así que, si en algún momento te has planteado estudiar trabajo social, te diré que revises qué es lo que eriza tu piel, que escuches tu voz interior, que cierres tus ojos porque esa pequeña voz que te habla muy bajito puede guiarte sin que seas muy consciente de ello hasta que alcances lo que te habías propuesto.
El Trabajo Social es una profesión extremadamente bonita, pero también muy dura. Vivirás situaciones muy complejas y complicadas, querrás ayudar por todos los medios a las personas que tienes delante, pero esos medios serán escasos. En muchas ocasiones estarás en una montaña rusa de emociones, pero créeme cuando te digo que, cuando hayas podido dar respuesta a las diversas necesidades que puede tener una persona, sentirás una gran satisfacción, porque quizás aportando ese pequeño granito de arena, habrás mejorado aunque sea un poquito la calidad de vida de esa persona, familia, grupo o comunidad. Lucha por todo aquello que te propongas, porque muchas veces los sueños se cumplen, así que, ¿te lo vas a perder?
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