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Os presentamos a Ana Bellido, psicooncóloga y psicoterapeuta en ASION

El miércoles se celebró el Día Nacional de la Psicología, y con este motivo hemos querido que conociérais un poco más la labor que realizan nuestras profesionales. Hoy queremos presentaros a Ana, una de nuestras psicooncólogas, que realiza tanto intervención terapéutica en sede, como apoyo emocional en el Hospital 12 de Octubre. Una profesional que nos ha aportado sensibilidad, experiencia, profesionalidad y una enorme empatía. Esperamos que su artículo os guste tanto como a nosotros:

Mi acercamiento al mundo de la psicología no fue algo vocacional. Si bien es cierto que, desde muy pequeña, tuve claro que me sentía bien en la relación con los demás y que, por mis circunstancias de vida, tenía una especial sensibilidad hacia los otros, la cual no sólo llenaba una parte de mí, sino que me hacía sentir más humana en la medida en que, sin olvidarme de mi, estaba al lado de los demás, acompañándoles en momentos difíciles y/o dolorosos, muchas veces no tanto desde la palabra sino desde el corazón. Con el paso de los años, cada vez tuve más claro que la carrera de Psicología tenía un mensaje y un camino para mí, al mismo tiempo que yo tenía un cometido en mi desempeño profesional como psicóloga, compartir el amor en el proceso de acompañar a otra persona.

Durante mi infancia, y posiblemente durante varias ocasiones, empecé a experimentar las primeras dificultades surgidas en mi relación con los otros, con el mundo y conmigo misma. Sin embargo, fue a los 8 años, cuando viví uno de los momentos que más huella dejarían en mi historia personal, el fallecimiento de mi padre. En aquel momento, mi vida, a pesar de mi corta edad, dio un giro de 180º, con los consecuentes cambios y reajustes en todas las áreas vitales. Ahí, inconscientemente, tome un camino que, años después, tomaría conciencia de que me llevaría al lugar que hoy ocupo: psicóloga y psicoterapeuta, y ante todo, una persona que entiende la psicología como un espacio intimo dónde se construye una relación humana entre dos personas y dos biografías. Una relación horizontal, sin jerarquías, una mano que agarra a la otra, y le acompaña a transitar, a su ritmo, senderos con una amplia variedad de emociones, todas ellas licitas y totalmente permitidas.

 

 

Mi camino como psicóloga empezó a ramificarse, poco a poco incorporando formación y aprendizaje, dirigiendo mis pasos hacia el mundo de la Psicooncología. Gracias a mi propia terapia personal, fui consciente del para qué de mis pasos y el sentido de los mismos. Mi propósito era poner al servicio de otras personas, mi propia experiencia personal, a fin de cuentas, vincularme, acercarme y acompañar a personas desde mi propia vulnerabilidad, sensibilidad y empatía. Fui poco a poco, encontrando formaciones desde las cuales satisfacer mi hambre por encontrar un lugar desde el cual sentirme segura en el proceso de acompañar a otra persona en su camino y proceso de terapia personal. La corriente Humanista, desde la cual me formé como Psicoterapeuta, me dio las herramientas para forjar una mirada cálida, humana y sin juicios, facilitándome los valores desde los cuales asentar y cimentar una relación terapéutica, una relación humana, basada en el respeto, la protección, seguridad y confianza.

Hace año y medio que formo parte de la familia de ASION. El lema de ASION es “familias que acompañan a otras familias”, y todo ello es, también posible, gracias al circulo de profesionales y personas que acompañamos y crecemos acompañando a otras familias, siendo un sostén desde el que abrimos espacio, abrazamos y atendemos todas las necesidades psicológicas, sociales, cognitivas, físicas que surgen cuando aterriza, en una familia, un diagnóstico oncológico.

Mi trabajo, fundamentalmente, esta focalizado en atender y acompañar, tanto en hospital, concretamente en el Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, como en la sede de ASION, a niños y niñas y sus familiares durante todo el transcurso de la enfermedad y después de la misma. Mis tres pilares como psicooncóloga y psicoterapeuta, todos ellos presentes en las terapias y procesos personales que atiendo, son los siguientes: soy faro, mano y altavoz.

Una mano que, desde el inicio, acompaña tanto al niño como a su familia, asentando las bases para una relación segura y de confianza. Mi mirada está centrada en el niño pero también en el refugio que lo sostiene, su núcleo familiar. En este proceso de acompañar, mi función no es la de salvar ni rescatar de un revuelo de emociones, sino más bien, la mano que acompañar a transitarlas y así transcenderlas.

 

 

Un faro que acompaña y va un paso por delante y también un paso por detrás. Yendo un paso por delante, alumbro, acompaño temores, preocupaciones; informo, colocando las dudas que van surgiendo, normalizando y validando sentimientos y emociones presentes. El paso por detrás es clave, nos permite ir al ritmo de la persona. Cada persona y cada familia digiere y asimila a un ritmo y nivel diferente. No se juzga, se respeta.

Un altavoz que abre espacio y permite la expresión de necesidades, poniendo al servicio de la persona recursos de afrontamiento y gestión emocional, aunque lo cierto es que, en muchas ocasiones, la mirada va focalizada a redescubrir los propios recursos con los que ya cuenta la persona para hacer frente a su propia realidad.

Estos tres pilares son también el engranaje desde el cual también asiento mi relación conmigo misma. Si, hablo de mí misma, porque yo también soy una parte importante de la relación terapéutica que construyo con la persona que acompaña. Sentirme esa parte también importante, me hace sentir la necesidad de cuidarme y acompañarme, desde mi propio proceso de terapia personal. Un espacio en el que poder dar voz a mis necesidades y todas aquellas emociones que, sumadas a las que yo siento por mis circunstancias personales, se añaden todas aquellas que se despiertan cuando acompañamos y permitimos que se exprese y muestre la vulnerabilidad de las personas que acompaño. Tal y como he reflejado, mi máxima como Psicologa y Psicoterapeuta es cultivar una actitud y mirada terapéutica que me permita estar conectada conmigo, pudiendo ponerme en el lugar de la otra persona pero sin perderme en sus emociones. Un viaje de ida y vuelta, desde el cual me observo, permito y siento para poder acompañar sin interferencias.

Antes de concluir, me gustaría dar las gracias a todas y cada una de las personas que acompaño, no sólo por su confianza, sino también por su generosidad a la hora de compartir sus circunstancias personales y emocionales, parcelas suficientemente intimas como para ser merecedoras de ser respetadas, cuidadas y protegidas. Y por supuesto, gracias a todo el equipo de profesionales que forman parte de la familia de ASION, un circulo de personas que nos miramos, escuchamos y cuidamos con el objetivo de tener una mirada más integral y humana hacia las familias que acompañamos.

 

 

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